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Algunos recuerdos entre libros...


De vez en cuando, aún con la mesita de noche atascada de libros, bajo al estudio y me dirijo a mi sección favorita. Entre la literatura universal, la repisa, que va acumulando más polvos que libros cada vez, me da la bienvenida con el olor a papel añejo. Exploro entre los nombres que me suenan y transcribo en mi mente la lista de autores pendientes. Anoto los títulos y voy dejando la mayoría para más tarde. Hoy me dirijo buscando un sabor diferente. Un sabor a postre nuevo. Tal vez a platillo gourmet. A veces buscando una comida salada que no empalague pero que deje satisfecha. Algo ligero. O una entrada. Porque si este cuarto fuera otro lugar, sería un restaurante con un menú donde el especial de la casa me toca descubrirlo a mí.


A veces se convierte en el lugar de las consultas. Mi papá, bien concentrado frente a la pantalla, tecleando a gran velocidad y haciendo tronar el teclado, levanta mi vista cuando me plantó ante él con la mirada que dice: ponme atención. Le planteo mis problemas, dudas y dilemas. Le pido algún consejo. Es muy directo para contestar. Lo hace fríamente, pero con amor. En otras ocasiones se ríe de mi dilema y me trata de orientar y hasta que no quedo satisfecha con su consejo no me voy. Rara vez me alejo rematando que mejor no hubiera ido. Porque casi siempre sabe qué decir. Pero esta vez estoy buscando algo. Quiero ciertas respuestas y él sabe en dónde pueden estar.

Se levanta y juega la mirada de una estantería a otra. Va sacando un libro tras otro. Me los planta. No necesariamente debo llevármelos todos. Los exploro un poco y de la pila que me saca escojo unos cuatro. Serán suficientes, si algún día en verdad los leo. Una vez le conté de un documental de Cleopatra. Entre los libros que me sacó había una trilogía completa. Ahorré para poder comprar el libro faltante y así poder leer los libros. Otros han pasado de la curiosidad. Los he guardado, por si acaso se me antojaran las mismas preguntas.


Mi papá me ha dado de todo: libros de autoconocimiento y autoayuda, libros de historia, de matemáticas, de filosofía… Me ha dado libros de ciencias, clásicos de la literatura, juveniles y hasta de fotos.


El estudio no me gusta para estarme allí. No es un lugar bonito. Pero tiene eso que siempre me llama. Esa confianza de que libro que necesite, libro que encuentre. Rara vez me defrauda. Es porque los libros caminan entre otros visitantes, buscando también respuestas. Hay personas con inquietudes diferentes a las mías, pero a veces coincide un poco que el libro que quiero ya no se encuentra.


Me ha tocado también hacer canjes. No tengo librero. Dos cajones y una mesa de noche. Para qué más. Pero si siento que ya es mucho tomo los libros que voy leyendo y los clasifico entre los viejos que están en el estudio. Tomo dos, dejo uno. Tomo dos, dejo uno. A veces mi papá llega buscando sus libros. Los necesita para algo, o para alguien que los quiera. A veces los encuentra, a veces ni yo los tengo.


Lo que más me gusta del estudio son los libreros grandes. Son cafés de madera. Bien oscuros. La habitación en sí se me hace muy gris entre tantos papeles. Pero no me fijo en ellos casi nunca. Mi vista va directo al tono sepia de los libros en filitas o apilados. Algunos mal colocados, porque me los dieron y cuando quise devolverlos, no sabía de dónde eran.


Es un cuarto detenido en el tiempo. No anochece. No envejece. Adentro es un clima templado, sin una estación que se marque como pasa en Guatemala. Pero si fuera un país, sería otro. Sería revolucionario, sin religión y su política sería diferente. Me lo imagino socialista.


El Kamasutra está entre los libros sagrados. La Odisea está en tres versiones. La edición de Fausto de mi papá es el libro más viejo de toda la casa. Es como de 1800 y pico. Sólo por eso creo que es un lugar del futuro. Algo que todavía no existe ni se concibe. Hay como 10 biblias, el Torah y la Pistis Sophia. Los evangelios perdidos, yoga y tranta, el Mahabharata y el Bhagavad-gītā han desfilado por sus paredes, como los libros de feminismo, socialismo, psicología y ciencias.


Solo por eso este cuarto sería un poderoso dragón. Sabio y preciso. Humilde y generoso. Sería frío por fuera con un gran calor adentro. Mirada filuda que detecta tu ser y sabe ofrecerte lo que necesitas. Sería un ser peligroso y poderoso, con tanto que ofrecer, tanto conocimiento, tanto aprendizaje. Sería indomable e imparable y así es, realmente. Es un desorden. Pero es amigable.


No sé si tendría un sabor. Tal vez a té matcha. Amargo y difícil de tomar en su versión más pura y ceremoniosa. Como una combinación de hojas en el paladar. Olor a té verde y espinaca. Pero ligero al endulzar. Eso sería el estudio. Mi biblioteca familiar. Un lugar ideal para visitar.


Photo by Romina BM on Unsplash


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